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sábado, 12 de marzo de 2011

Los 4 Fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby - Parte XIV


El que dos personajes hubiesen llegado al altar en vez de estar sumidos en un eterno noviazgo era algo atípico en un cómic, así que el que años después la pareja protagonista de Reed y Sue tuviesen un hijo fue un nuevo avance marca de la Casa de las Ideas. Como curiosidad, el hijo de Reed y Sue recibiría su famoso nombre de Franklin Richards más adelante, y sería elegido por Stan Lee gracias al correo de los lectores incluido al final de cada número de la colección, en el que un tipo sugería este nombre que, casualmente, era el nombre del fallecido padre de Sue y Johnny. Ahora los 4 Fantásticos estaban más unidos como familia, además Reed y Sue eligieron, para su alegría, a Ben Grimm como padrino del recién nacido. Sin duda, este hecho demostraba que el tiempo real avanzaba a la par que el del Universo Marvel, sírvase de ejemplo el embarazo de Sue, cuyo desarrollo presenciamos entre dos anuales de la serie. Pero fue el nacimiento de Franklin lo que pareció hacer que el tiempo se comenzara a ralentizar lentamente... Poco a poco... Hasta llegar al punto de que ocurría y ocurre como en los Simpsons; esto es que no importan los años que pasen, ya que Franklin Richards parece incapaz de superar los siete u ocho años...


1969 estaba a la vuelta de la esquina, y en Diciembre de 1968, en el número 81 de The Fantastic Four, el grupo experimentaba su primer cambio en la formación. Cambio temporal he de añadir, pues todos los cambios en el cuarteto han sido temporales, propiciados por un motivo de causa mayor como la ausencia de uno de los miembros. Cambios que, al contrario que otros supergrupos, demuestran la fuerza de esta formación original. En este caso, era debido al parto de Sue en el The Fantastic Four Annual número 6, cronológicamente anterior a esta historia, en la que ya en la primera página se nos mostraba quien sería el nuevo miembro de los 4 Fantásticos sustituyendo a la Chica Invisible: Crystal, la elemental de los Inhumanos. Desde hacía ya un buen puñado de números, desde que consiguió al igual que los suyos gracias a su monarca y familiar Rayo Negro salir del Gran Refugio en el Himalaya, Crystal era el miembro de dicha raza que había tenido más protagonismo o, mejor dicho, mas presencia en la serie, debido a que había iniciado una relación amorosa con Johnny Storm, al cual no le vino mal sentar cabeza, alejándose de ese comportamiento inmaduro a lo "viva la vida" que mostraba en los primeros números de la colección. Pero el ser el nuevo miembro de los 4 Fantásticos no tuvo de primeras gran aceptación por parte del resto del cuarteto. En los últimos números y especiales Reed Richards, la Cosa y la Antorcha Humana habían pasado por varias aventuras, como el viaje a la dimensión donde residía Psico-Man, y el encontronazo con Annihilus en la Zona Negativa... Habían sido aventuras tan épicas como peligrosas, y quizás Crystal no estaba hecha para ello, algo que estos tres miembros pensaban. Desde un principio, y recordemos que estos cómics tienen como contexto los años 60, el papel de Sue era el del miembro femenino del grupo, esto en esa época venía a ser desempeñar el papel de joven y delicada mujer débil que se desmayaba a la mínima (me es imposible contar el número de veces que Sue se había desmayado hasta llegar a este número), siempre se quejaba y corregía entre refunfuños el comportamiento de los demás miembros atribuyendo dicho comportamiento únicamente a su condición de hombres, o simplemente la sobreprotección de Reed la convencía para que ésta aceptara que su papel en los 4 Fantásticos no era más que el del miembro más débil. Más tarde se demostró lo contrario, ya que aunque en un principio lo fuese, Stan y Jack le añadieron la capacidad de crear campos de fuerza invisible, con los que las posibilidades y uso de sus poderes aumentaron considerablemente hasta límites insospechados, como por ejemplo vencer al mismísimo Hulk cubriendo su cabeza en un campo de fuerza de tal forma que no pudiese respirar o incluso proteger al grupo de una explosión nuclear. Sin duda, el comportamiento Reed-Sue en su día, en esa época, sería un ejemplo de buena conducta a la hora de tratar con una mujer o viceversa, pero hoy en dia... ¡Es todo un ejemplo de lo que no se debe hacer! De hecho, en un número Reed le dice a Sue, después de oir las quejas de ésta: "las mujeres estan para ser besadas... ¡Y no escuchadas!" A lo que Sue asentía dándole la razón... Pero Crystal demostró dar un paso más en lo que a integrante femenino de un grupo lleno de hombres se refiere; demostrando, imponiendo más claramente que Sue que sus poderes elementales, con los que podía manipular elementos de la naturaleza como el aire, podían ser algo más que un recurso que les sacara de un apuro. Por ende, su primera prueba será ayudar a sus nuevos compañeros de equipo a derrotar al Mago, que volvía a atacar en solitario a los 4 Fantásticos nuevamente en el edificio Baxter. Sobra decir que la prueba la superaría de sobras con éxito.

Pero ¿qué fue del resto de los Inhumanos? La familia real Inhumana, ocupados en otros menesteres, llevaban unos cuantos números sin aparecer en la colección. Por ende ya era hora de que unos personajes que fueron tan importantes volvieran, asi que en el The Fantastic Four número 82 ya podíamos ver su retorno en portada, cargando contra algo, o alguien mejor dicho, ya que el villano de esta historia que finalizaría en el número siguiente sería el hermano de Rayo Negro, Máximus. La historia comienza en el edificio Baxter, con Crystal comunicándole al resto de su nuevo equipo que debía consultar con su familia Inhumana si estaban o no estaban de acuerdo en que formara parte de los 4 Fantásticos, aunque al poco tiempo ésta es secuestrada por un buen número de Alfa-Primitivos, la raza obrera Inhumana, guiados por un Mandíbulas bajo control mental. El lugar a donde es llevada por medio del teletransporte del Inhumano canino es a su propio reino, Attilan, en donde ante la presencia de un omnipotente Maximus que porta una sorprendente armadura real, descubre que éste loco familiar ha sometido a todos los Inhumanos gracias a su ingenio y sus inventos... Tras apresar a la última Inhumana ahora presente en el reino, Maximus, acompañado de unos Inhumanos que traicionaron a Rayo Negro movidos por el miedo, se dispone a gobernar ahora sobre la raza humana mediante su último invento, un gigantesco hipno-cañón. Por lo tanto, es deber de Reed, la Cosa y la Antorcha Humana rescatar a Crystal y de paso salvar a la humanidad una vez más, en una aventura cuya trama principal giraría en torno al trono de Attilan que recuerda a aquel otro gran arco argumental iniciado en la primera aparición de los Inhumanos, y ahora que el lápiz de Jack Kirby es mejor que de aquella vez, podemos apreciar una Attilan más llena de detalles, con sus impresionantes edificios y las extrañas criaturas que la habitan. Y ya que hablo del dibujo de Jack Kirby, es un buen momento para mencionar como había ido ampliando su espacio de viñeta en viñeta a la hora de dibujar, hasta el punto de que ya en la fecha de publicación de estos cómics, en 1969, su distribución de viñetas consistía básicamente en cuatro viñetas por página cargadas de efectividad que se alternaban con las splash pages que desde hace poco más de un año empezó a usar tan a menudo. En estos últimos veinte números de su estancia en la colección, el dibujo de Jack Kirby no se podría describir de otra forma mas que de perfecto y definitivo, pues ni en años posteriores mejoró más.

Y tras la historia en el reino de los Inhumanos, los 4 Fantásticos irían a parar a otro reino, Latveria, país en el que el Doctor Muerte es dictador... De esta forma, en el número 84 de The Fantastic Four se inicia una macrosaga que duraría un total de cuatro números, hasta el número 87 para más señas, en la que el escenario sería este pequeño país centroeuropeo, lugar en el que los 4 Fantásticos se convierten en "invitados" de Muerte. Comienza la historia, y tras unas páginas iniciales cuyo protagonismo recae en el cuarteto formado por Reed Richards, la Cosa, la Antorcha Humana y la elemental Crystal, vemos a un tipo avanzando a través de una serie de túneles, jadeando... Huyendo desesperadamente de alguien a través de esas catacumbas con zonas inundadas por el agua. El hombre debe cumplir una misión que, según él, consiste en avisar al mundo del peligro que se oculta en el lugar de donde huye. Finalmente, llega a un acantilado en donde casualmente encuentra un bote puesto allí convenientemente para que escapara. Demasiada casualidad... Pero todo encaja cuando ese momento de felicidad e ilusión es pisoteado por la figura que le apunta a la espalda con una pistola, la figura del Doctor Muerte, acompañado por su guardia robótica. Obviamente no hay que ser muy inteligente para saber que le sucede a este pobre hombre, pues nadie escapa de Latveria. ¿Por qué iban a escapar, si como dice Muerte éste les ofrece de todo y sólo pide a cambio obediencia ciega? ¿Por qué iban a ser desgradecidos? En fin, en esta macrosaga Latveria y el Doctor Muerte cobran una importancia sin igual. Ya desde los primeros números de la colección Muerte había sido concebido como el villano que sería la némesis del cuarteto protagonista, y número tras número Stan Lee y Jack Kirby le dotaron de una humanidad con la que incluso algunos lectores llegaban a empatizar, a pesar de su retorcida y dictatorial mente. También se nos presentó a Latveria, en aquel especial en donde también se profundizó sobre los orígenes y el pasado del dictador. Pero donde Muerte dió un gran paso en su evolución como personaje fue en la macrosaga en la que le robaba los poderes cósmicos a Estela, en donde quedó más que demostrado lo sumamente ególatra y arrogante que podía llegar a ser aún sin tener dichos poderes. Cuando se publicó esa historia, la serie estaba viviendo uno de sus mejores momentos creativos, pero tras diversos roces entre Lee y Kirby, y tras la historia de Él, Kirby decidió guardarse sus cartas creativas en pos de un futuro mejor fuese en otra editorial o en la propia Marvel, y seguir ofreciendo grandes historias explotando y desarrollando lo ya creado hasta que la situación cambiase. La macrosaga de los 4 Fantásticos en Latveria era la mejor y última historia de Jack Kirby en la colección desde que creó a Él, y un ejemplo perfecto de cómo podía adentrarse a explorar la figura de un villano en un principio de opereta enriqueciéndole hasta el punto de hacerlo tan o incluso más carismático que todos los 4 Fantásticos juntos. Lejos quedaba ya ese Doctor Muerte presentado en el número 5 de The Fantastic Four cuya única intención aparente era aniquilar a los 4 Fantásticos y gobernar el mundo. Si bien su objetivo seguía siendo el mismo, ahora contaba con (aparte de Latveria) una personalidad más profunda y compleja acompañada de características que evocaban a multitud de villanos, a la par que Muerte iba un paso más lejos que cualquier villano, basta con ejemplificar preguntando: ¿dónde se había visto a un villano que quiere conquistar la Tierra y ya tiene un país que gobierna con mano de hierro, nunca mejor dicho? ¿Dónde se había visto eso? Sólo Stan Lee y Jack Kirby podían ofrecer algo así en sus cómics...

La incursión de los 4 Fantásticos en Latveria comienza como una misión por parte del bueno de Nick Furia, que les intercepta en su camino de vuelta a casa (sorprendente la nave inhumana en la que los 4 Fantásticos viajaban de vuelta, al igual que todos los diseños de Kirby). Tras esto, les comunica que uno de sus hombres, infiltrado en Latveria, se ha enterado de la creación de un poderoso ejército robótico que, a pesar de estar comenzando a producirse, podría acabar siendo la mayor fuerza bélica contra el mundo libre. Richards, acompañado de sus tres compañeros acepta la misión sin dudar, y tras pasar la frontera entre una Europa Central ocupada por el comunismo y Latveria, éstos son interceptados bruscamente por la guardia robótica del lugar, adormecidos. Al día siguiente, en un precioso pueblo latveriano, son despertados en una rústica habitación por un mayordomo que les sirve el desayuno amablemente, para luego, tras salir a las calles del pueblo, ver como se celebra un desfile en su honor. Los 4 Fantásticos se hallan atónitos ante lo que ven, ante su situación. ¿Cómo puede estar desarrollándose esa escena a su alrededor, en el país de su peor enemigo, el que tantas veces ha intentado matarles? Pero Reed desconfía, puede atisbar como todo es un plan urdido por Muerte, quien controla como marionetas a los pacíficos y temerosos latverianos. Asi que sin pensárselo dos veces, Reed Richards comienza a correr hacia la frontera, pero es aturdido por un rayo conmocionador, tras el cual se levanta una pantalla voladora que proyecta una grabación de Muerte, quien les comunica que nadie abandona jamás Latveria, pues han de permanecer allí... ¡Y ser felices! Es eso, o la muerte. El principal problema es que los 4 Fantásticos no pueden hacer mucho más, ya que al ser emboscados por la guardia de Muerte descubren que han perdido de forma inexplicable sus poderes... Por lo tanto, los 4 Fantásticos se han convertido en unos perfectos ciudadanos de Latveria, aunque a diferencia de los residentes del lugar ellos no temen a Muerte, ni han perdido la esperanza por obtener no sólo su libertad si no también luchar por ella.

En esta macrosaga vemos Latveria como nunca la habíamos visto. Este escenario ya había hecho acto de presencia en números anteriores desde su primera aparición, así como la relación entre el terrible dictador y sus ciudadanos, pero en esta historia todos esos conceptos son explotados al máximo. Tenemos la capital de Latveria, una pequeña villa que se halla a los pies del castillo de Muerte, una villa preciosa y utópica, en donde a ningún habitante le falta de nada. Sin embargo, todos muestran rostros tristes, sin sonrisas, y si alguno muestra una sonrisa es de manera forzada y poco sincera... Esto es debido al temor y a la impotencia permanente que sienten, ya que Muerte en Latveria es omnipotente, pues da la sensación a los habitantes del país de que está en todas partes, apuntando con sus armas a todo aquel que se rebele. Aparte de adorar y respetar al máximo a su temido líder, la gente de Latveria ha de ser feliz, y demostrar dicha felicidad aunque sea sólo pura fachada para contentar a su señor. Si no, como ya mencioné antes, no les quedaba otra salida que la muerte. El enemigo de Muerte de puertas afuera no son sólo los 4 Fantásticos, ni el mundo libre. Es, directamente, el mundo entero. Y no le importa sacrificar a todos sus aparentemente fieles súbditos con tal de lograr tal objetivo de conquista mundial, pues para Muerte no hay límites. Tan pronto quiere conquistar el país vecino, como hacerse con los poderes de una entidad cósmica, o lanzarse en pos de un universo desconocido, como se pudo comprobar en una de sus primerizas apariciones en la colección, en la que se autoproclamó gobernador de un micromundo.

Pero no sólo se incidiría en la relación Muerte-plebeyos (y digo plebeyos porque es lo que son, simples plebeyos o esclavos a ojos de Muerte). Durante la macrosaga podemos ver como Muerte también es una persona culta con un gran amor hacia las artes (sírvase de ejemplo esa habitación llena de cuadros y esculturas de gran valor). También vemos como toca un gran órgano en el interior de su castillo cual Fantasma de la Ópera o Capitán Nemo. Además le acompaña el típico súbdito que, tras la caída de su anterior líder (el mismísimo Adolf Hitler sin ir más lejos), ahora sirve a Muerte y a su causa... Y no me puedo olvidar de esa escena en la que Muerte es retratado sin máscara, pues tiene en mente que tras conquistar el mundo, el nuevo canon de belleza será el de su rostro abrasado. Muerte no se conforma sólo con aportar algo a las artes, ha de revolucionarlas, aunque sea de una forma tan bizarra. En definitiva, Muerte se nos presenta como supremo, un dictador que, a pesar de que años después fuese incluso más desarrollado por el guionista John Byrne en una nueva etapa de la colección tan llena de grandeza como la de Kirby, en esta etapa se nos es presentado desde un punto de vista más cercano al típico dictador unidimensional por así decirlo, el típico dictador malvado y archivillano en multitud de productos ficticios; pero claro, hay que tener en cuenta una cosa bien importante, y es que aunque el personaje de Muerte y Latveria sean ficticios, a veces la realidad supera a la ficción...

Durante esta macrosaga, se comenzó a granjear una subtrama que constituiría la trama principal en los números 88 y 89 de The Fantastic Four. Dicha subtrama era protagonizada por Sue quien, mientras su amado y sus compañeros se hallaban en la "feliz" Latveria, se hallaba en la tierra de la libertad, en Estados Unidos, buscando un nuevo hogar al que trasladarse. Un hogar más seguro y a poder ser difícil de localizar para instalarse allí con su marido y el pequeño Franklin, y así darle al recién nacido una vida lo más normal posible. Tras rechazar una casa en una zona llena de vecinos a los que podrían poner en peligro sólo por instalarse en dicho barrio, el hombre que le ofrece pisos a Sue le enseña una extraña casa apartada que fue descubierta días atrás por unos chavales. Una casa extraña, plateada, de aspecto futurista... Así, ya en el número 88, con sus compañeros de equipo ya en el lugar y tras dar el visto bueno a su nuevo y extraño habitáculo, deciden ayudar a Reed y a Sue en la mudanza. Mudanza que es interrumpida al ser atacados por dispositivos de defensa instalados en la propia casa, ya que pertenece al mismísimo Hombre Topo, quien confirma que no sólo se trata de una simple casa...

Al igual que con el Doctor Muerte, Stan Lee y Jack Kirby retomaron al Hombre Topo, un villano que llevaba mucho tiempo sin aparecer en la colección. Por lo tanto, teniendo en cuenta que los próximos villanos en volver a hacer acto de presencia en la colección serían los Skrulls, estamos ante dos macrosagas unidas por un arco argumental de dos números en las que los 4 Fantásticos se enfrentan a sus más antiguas amenazas. Todas estas son historias que muestran claramente en lo que se ha convertido la colección, en una serie con unos argumentos mucho más interesantes que al principio, pues lejos quedan aquellas aventuras de un sólo número de extensión y de final predecible en las que el cuarteto se enfrentaba a estos villanos... Ahora, asistimos a historias en las que el potencial de todos estos villanos se halla completamente desarrollado, todo gracias a un Lee y a un Kirby que ya hacía bastante tiempo que habían alcanzado la madurez llevando las riendas de la colección. Y si la macrosaga del Doctor Muerte o el más breve retorno del Hombre Topo no servían de ejemplo de ello, la siguiente macrosaga relacionada con los Skrulls sería el ejemplo final de dicha madurez, pues era la última gran historia de la etapa de Jack Kirby en la colección. En ella, veíamos como una flota de naves Skrull se dirigía a la Tierra, a pesar de la orden dada por los altos mandos Skrull muchos números atrás de no penetrar en la atmósfera terrestre. Estas naves están comandadas por un Skrull llamado el Esclavista, cuya misión es capturar a un ser poderoso, uno que ya parecen conocer por parte de otros Skrulls... Y, tras esta premisa narrada en el número 89 mientras los 4 Fantásticos combatían al Hombre Topo en aquella atípica casa, era en el siguiente número en donde comenzaba dicha captura. La presa: Ben Grimm, alias la Cosa. Dada su experiencia capturando a seres poderosos de distintas galaxias, el Esclavista no tiene dificultades a la hora de capturar al poderoso miembro del cuarteto, primero haciéndose pasar por Reed Richards (recordemos que los Skrulls podían cambiar su apariencia a voluntad), y atacándole después. Hecho esto, el Esclavista parte de la Tierra hacia un planeta Skrull para vender a la Cosa en el mercado de esclavos.

La sorpresa llegó en el número siguiente, número protagonizado única y exclusivamente por un Ben Grimm que se queda sin palabras tras salir de la nave encadenado como el esclavo que ahora es. Atónito contempla como se halla en Nueva York, pero no el Nueva York que el recuerda y en donde vive si no... ¡El Nueva York de los años 30! Los edificios, las calles, la gente... Todo tiene la misma estética de la gran metrópolis en los años 30 del siglo XX, en aquellos tiempos en los que la Ley Seca estaba vigente y los gangsters armados con metralleta caminaban por las calles, extorsionando a comerciantes europeos o entablabando guerras de bandas por un territorio bastante sugerente para sus ilegales fines... Lo curioso y chocante era que la gente no parecía sobresaltarse al ver a Ben Grimm, ni a las naves Skrulls ni a sus pilotos de piel verde vendiendo a la Cosa junto a otros esclavos, poderosos alienígenas de otros planetas, todos encadenados y arrestados gracias a la tecnología Skrull. Tras ser vendido a un gángster para una especie de "juegos", el desconcertado Ben obtiene respuestas a todas sus incógnitas de camino a una zona de entrenamiento... Todo comenzó con Metralleta Martin, un mafioso que se fugó de la cárcel durante los años 30 y, escapando de la policía por sinuosos bosques, acabó dando con una nave esclavista Skrull, la cual le raptó y llevó a su planeta. Ya en el planeta Skrull, los habitantes quedaron fascinados con las películas de gángsters que Metralleta Martin había descrito, y con el propio mafioso en sí. Por ende, y dada la naturaleza imitadora de la sociedad de ese planeta, los Skrulls que lo habitaban copiaron la jerga de esas películas, su apariencia, su cultura... Hasta el punto de que ese planeta de la inmensa galaxia Skrull se convirtió directamente en una réplica del Nueva York durante los años de la Prohibición, en una imitación en la que no faltaba ningún detalle. La Cosa es llevado a esa zona de entrenamiento, en donde se entera de que los mencionados juegos consisten en unos combates en un coliseo, combates en los que los principales jefes mafiosos realizan apuestas verdaderamente importantes para el futuro de sus respectivos imperios criminales. Allí la Cosa conoce a Torgo, un ser de apariencia metálica tan poderoso y noble como él, que será su único compañero e inevitablemente su rival en ese extraño mundo... Por supuesto, los combatientes están obligados a luchar en contra de su voluntad, ya que si éstos se niegan o se rebelan contra los mafiosos durante los juegos, su planeta de origen será destruido gracias a un potente cañón Skrull que los mafiosos poseen.

Al leer estos cómics, muchos se quedaron atónitos al ver como en otro planeta, en vez de encontrarse con una sociedad mucho más avanzada que la nuestra poblada por alienígenas de aspecto extraño y monstruoso, se encontraron con un mundo que era más antiguo que la época en la que se publicaron estos números. Aparentemente claro, pues todo era una fachada de los propios Skrulls, hasta el punto de que era su forma de vida. A pesar de ver como vehículos aparentemente antiguos eran básicamente medios de transporte futuristas, ninguno de los mafiosos que hacían acto de presencia en esta macrosaga revirtió su transformación a Skrull, permaneciendo con su aspecto humano en toda la aventura. Es curioso como Jack Kirby había tomado conceptos de diversos medios para crear esta historia de mafiosos que contiene elementos muy propios del género, y es que a estas alturas estaba más que claro que en los 4 Fantásticos, así como en el Universo Marvel en general, todo valía, todo se podía crear; y lo que es mejor, gracias a la "magia" de Marvel todo funcionaba, logrando historias tan extrañas como normales tan buenas como esta. Aparte, Jack Kirby se crió en un barrio neoyorkino, y había visto como muchos de sus amigos de la infancia, con el paso del tiempo y durante los años de la Ley Seca, se acabaron convirtiendo en mafiosos, los típicos mafiosos que también hacían acto de presencia en las películas hollywoodienses de aquella época, esos mafiosos con una jerga tan peculiar que Stan Lee añadió en los diálogos de los Skrulls que los copiaban. Además, toda esta aventura era, para los más avispados y amantes de la sci-fi televisiva, un guiño a un capítulo de Star Trek en el que sucedía algo parecido, en el que Mr. Spock y el capitán Kirk, protagonistas de la serie, llegaban a un planeta cuya civilización había copiado la cultura estadounidense en torno a los mafiosos de los años 30, todo debido a que un mafioso de origen terrestre llegó a ese planeta años atrás... Y no hay que olvidar esos momentos de esclavitud de la Cosa en los que, a pesar de su buen humor y su comportamiento burlón, podemos ver en él a un esclavo indomable como aquellos que protagonizaban las grandes películas de romanos de la época. Esclavos romanos que, al igual que Ben Grimm, tenían el valor suficiente como para acabar iniciando valientemente una rebelión contra los amos que el destino les había impuesto...

Tras el apoteósico final en el número 93, la colección ofrecería hasta el número 102 historias de un solo número de duración, de tono autoconclusivo, hasta la marcha de Jack Kirby en ese mismo número... Marcha que comentaré en el próximo y último artículo de los fabulosos 4 Fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby, en el que también hablaré de estas últimas historias que, a pesar de no ser tan épicas y míticas como las anteriores, no significa que sean menos interesantes... ¡Nos vemos!

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