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viernes, 16 de diciembre de 2011

Las manos de Orlac




Comienza la película, y lo primero que vemos es un viejo ventanal a través del cual se desliza una lúgubre sombra... Reflejado en otro ventanal, aparece el título del film, "Mad Love", al igual que el resto de los nombres del reparto y demás implicados en su creación. Peter Lorre y Karl Freund están entre esos nombres. También el de Colin Clive. A través de los ventanales se observan algunas zonas de París perfectamente reconocibles. París, capital de Francia, la ciudad del amor, como dicen algunos... Allí se desarrollará esta historia de amor, esta oscura fábula de amor loco... Finalmente, un puño se alza ante los nombres de los actores y de los personajes a los que éstos encarnan, golpeándolos fuertemente, rompiendo en mil pedazos el cristal, quedando tan sólo los nombres de los personajes intactos, sin sus apellidos. A destacar los dos que se hallan por encima del resto: Doctor Gogol e Yvonne.


Ficha técnica:

Título: Las manos de Orlac

Título original: Mad Love (The Hands of Orlac)

Año: 1935

Duración: 66 min.

País: Estados Unidos

Director: Karl Freund

Guión: P.J. Wolfson, John L. Balderston, Guy Endore (Novela: Maurice Renard)

Música: Dimitri Tiomkin

Fotografía: Chester A. Lyons, Gregg Toland (B&W)

Reparto: Peter Lorre, Frances Drake, Colin Clive, Ted Healy, Sara Haden, Edward Brophy, Henry Kolker, Keye Luke, May Beatty

Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)

Género: Terror. Drama.


Como ya he dicho en la introducción, la historia tiene lugar en París, iniciándose en un macabro teatro de la ciudad. La estrella de la obra teatral es Yvonne Orlac (Frances Drake), una mujer que aguarda con ansia la vuelta de su marido, Stephen Orlac (Colin Clive), un reputado y afamado pianista, con quien tiene pensado partir de viaje de luna de miel una vez éste llegue de vuelta de Inglaterra. El Dr. Gogol (Peter Lorre), un gran cirujano, de quien se dice que su habilidad con el visturí es tal que realiza milagros a la hora de tratar a sus pacientes, se halla enamorado profundamente de la actriz; pero, muy a su pesar, es rechazado por la muchacha en el momento en que se lanza a besarla en los labios, delante de un gran gentío, para vergüenza de ésta.


Las desgracias en torno a la prácticamente perfecta vida de los Orlac no tardan en llegar... Mientras el señor Orlac viaja en tren, de vuelta a su hogar, conoce a un delincuente arrestado por la policía que viaja en el mismo vagón, a quien van a sentenciar las autoridades del país pasándole por la guillotina, ya que mató a su padre lanzándole un cuchillo. Rollo (Edward Brophy), que así se llama el asesino, tiene una habilidad casi inhumana a la hora de lanzar objetos afilados. Poco después, el tren descarrila cerca de su punto de destino, dando lugar a un brutal accidente en el que las manos de Orlac, sus tan preciadas manos, son heridas de gravedad. La única forma de salvarle la vida es amputándoselas, pero su esposa, Yvonne, quien acude al lugar del siniestro lo más pronto que puede, se niega a que su amado pierda lo que más quiere en la vida. Así que, poco después, y muy a su pesar, no le queda otra que recurrir al Dr. Gogol, el hombre al que decidió rechazar, después de su bochornosa muestra de amor, para que salve a su esposo. Gogol acepta sin dudar, y se sirve de las manos de Rollo, quien en esos momentos ya había sido ajusticiado, para sustituirlas por las destrozadas e inservibles manos del pianista...


Meses después, Stephen se da cuenta de que sus manos ya no son lo que eran. Con esas nuevas manos se siente torpe a la hora de realizar algo que antes del accidente le resultaba tan fácil como respirar, algo como tocar el piano... Sin embargo, para su sorpresa, se da cuenta de que es capaz de lanzar objetos con una puntería y potencia sin igual, cosa que nunca había hecho. De hecho, siente como si quisiera lanzarle objetos punzantes a alguien, como si quisiera matar, algo totalmente impropio de él... Desesperado y en busca de ayuda, de explicaciones ante lo que le está pasando, el hecho de reencontrarse con un resucitado Rollo, quien dice haber vuelto a la vida gracias a Gogol, no es que le ayude, precisamente... ¿Qué está pasando? ¿Es el Dr. Gogol un cirujano que, como dicen los rumores, obra auténticos milagros, más allá de la vida y la muerte?


Ya en 1924 el director Robert Wiene, que también dirigió ese clásico del cine expresionista alemán que es "El gabinete del Dr. Caligari", realizó una adaptación cinematográfica de la novela de Maurice Renard en la que también se basa esta segunda adaptación. Por lo tanto, más que un remake, es una nueva adaptación de la novela original. En este caso el auténtico protagonista, en vez de ser Monsieur Orlac, es el demente Dr. Gogol, interpretado por Peter Lorre. Así mismo, el papel de Stephen Orlac es interpretado por Colin Clive, el mismo actor que hizo de Dr. Frankenstein en las dos primeras adaptaciones cinematográficas del monstruo de Mary Shelley dirigidas por James Whale, "El Doctor Frankenstein" y "La novia de Frankenstein". De la dirección de esta nueva adaptación de la obra de Renard se ocupó Karl Freund, que aunque dirigió, pocos años atrás, auténticos clásicos ubicados dentro del género como "La momia", si de verdad es recordado es más bien por su labor como operador de cámara, al cargo de la fotografía, dejando tras de sí unos resultados más que notables. Grandes clásicos del cine como "El Golem", "Metrópolis", "Drácula", "El doble asesinato de la calle Morgue" o, mismamente, "La momia", así lo prueban.


Pero, sin lugar a dudas, es en "Las manos de Orlac" donde su capacidad como antiguo genio del expresionismo alemán, así como de director de cine, toca techo, dando lugar a un trabajo más que notable. Para muchos, entre los que yo me incluyo, es considerado como el mejor trabajo de Freund. Desde los títulos de crédito, pasando por esos magistrales travellings a través del terrorífico y extraño teatro en donde actua Yvonne, así como las oscuras calles y, sobre todo, los deformados interiores de las casas, todo está brillantemente imprimido por la compleja capacidad del director a la hora de rodar planos visualmente impactantes. De igual forma, en esta ocasión, Freund usa numerosos trucos visuales, aparte del encadenado continuo entre escena y escena, haciendo que ninguna de ellas, dentro de los 66 min. que dura la cinta, sobre.

Una de las escenas llenas de efectos que más me gustan es aquella en la que mezcla las teclas de un piano con imágenes del pasado, que evocan tiempos mejores, para luego ver cómo esas teclas se convierten en las vías de un tren, por el que avanza, inexorablemente, una oscura locomotora, señal de un oscuro futuro... Una sucesión de imágenes que nos muestran claramente el triste destino de Orlac, de lo que era, a lo que es. O esa otra escena, o sucesión de efectos e imágenes, mejor dicho, en la que vemos el tratamiento al que es sometido Stephen tras la operación, mostrando continuamente distintos planos de sus nuevas manos, en un espectáculo de imágenes que bien podría tildar de psicodélicas, incluso de adelantadas a su tiempo. Sin duda, Freund era un genio, todo un artista del medio. Sus imágenes llenas de efectividad, de poder, por así decirlo, lo prueban.

El expresionismo que aquí nos muestra en todo su esplendor Freund es, al igual que en otras de sus producciones, un expresionismo oscuro, sombrío. Algo que le sienta perfectamente a esta historia, imbuida de locura, locura que tiene su origen en el Dr. Gogol, y su causa en la mujer a la que ama locamente, Yvonne Orlac, la única mujer a la que parece haber amado en toda su desdichada y solitaria vida...


Peter Lorre es uno de esos actores que, dentro del cine de terror, me parece un auténtico titán, un gran actor, de la talla de otros como, por ejemplo, Boris Karloff. Desde que vi "M, el vampiro de Düsseldorf", obra maestra de Fritz Lang gracias a la cual obtuvo reconocimiento internacional, le tengo en un altar. Aunque normalmente sea un actor que, erróneamente, no suele ser mencionado cuando se habla de terror clásico, sí que desempeñó papeles muy importantes, como bien demuestra en la presente, punto álgido del expresionismo alemán "americanizado", por así llamarlo. Tras huir de Alemania debido al ascenso de los nazis al poder y, sobre todo, por miedo a éstos (Peter Lorre era judío), colaboró con el gran director de cine Alfred Hitchcock, en una producción inglesa, como villano en la primera versión de "El hombre que sabía demasiado". Una vez en suelo norteamericano, obtuvo su primer rol como Dr. Gogol, un cirujano de cabeza afeitada y mirada perdida, que parece haber perdido algo más que la mirada: la cordura en sí...

Tenemos, de nuevo, a un Peter Lorre pletórico; su personaje del Dr. Gogol es, aparte de creíble, inquietante. Un personaje que bien podría considerarse un mad doctor que, aparentemente, parece no estar tan desquiciado como otros científicos locos. En un principio, y durante buena parte del film, se presenta de cara a los demás personajes como un hombre tranquilo, pulcro, trabajador y educado. En definitiva, con una educación ejemplar. Silencioso, sí, quizás con pocos amigos, también; pero parece tener un gran corazón y ser totalmente inofensivo, como afirma Yvonne, antes de recibir un fogoso beso, a traición, por supuesto, del reprimido doctor... Poco saben que, a pesar de su fachada de buen ciudadano, está loco.


La locura del Dr. Gogol es, claramente, fruto de sus sentimientos reprimidos hacia un amor no correspondido, un amor imposible que hace que sus sentimientos pasen del amor al odio y después, irremediablemente, hace que éstos desemboquen en la violencia (como se suele decir, del amor al odio hay un solo paso). La visión que tiene de él mismo no es muy buena que digamos, teniendo claramente ciertos problemas de autoestima, como bien demuestra al pensar que causa asco y repulsión a la mujer que ama, cuando lo que ella siente por él es algo más cercano al miedo, algo más cercano a un sentimiento de perturbación...

De todas formas, aunque, de primeras, se nos presente al Dr. Gogol como un buen ciudadano, éste ya da claras muestras, no de cara a los demás personajes, sino de cara al espectador, de que algo no funciona muy bien en su cabeza... Por citar tres ejemplos de esto, tenemos esa escena en la que se para a contemplar una figura de cera de Yvonne, hecha a tamaño real, para luego, acto seguido, comenzar a hablarla, como si tuviese vida, como también hace un tipo borracho que pasaba por ahí, borracho con el que Gogol tiene un encontronazo. Posteriormente, le vemos disfrutar, oculto entre las sombras, como si no quisiera que le vieran, del espectáculo teatral en el que participa la joven a la que ama, un show en el que abundan las sombras, las luces, y demás elementos góticos y expresionistas, así como las torturas, ficticias, por supuesto, acordes al rol que Yvonne adopta sobre el escenario. Además, Gogol no se pierde ni una decapitación en la guillotina. Mientras el resto de personas, como algún que otro periodista, no pueden soportar el ver como la hoja de la guillotina ajusticia a algún asesino, Gogol parece estar más que acostumbrado a tal "espectáculo". Por ende, ya vemos que es algo sádico.

El papel es similar al que ya tuvo en "M". Mientras que en la producción de Lang teníamos a un asesino de niñas que decía oír voces en su cabeza que le incitaban a matar, en "Las manos de Orlac" nosotros, los espectadores, somos partícipes de cómo el personaje al que encarna Lorre escucha esas voces, cómo una parte de él mismo le incita a cometer un acto despreciable, incluso delictivo, todo con tal de conseguir el amor de la mujer que ansía... Hay una escena, en la que Gogol se mira lentamente en el espejo, que me recordó claramente a aquella otra de "M" en la que el asesino de dicho film comienza a mirar de igual forma su reflejo en el cristal. ¿Un guiño a la obra de Lang? Intencionado o no, eso no lo sé. Pero, desde luego, estamos ante un actor que, en su rol de villano, resulta ser sobresaliente, bordando el papel. Sí que es cierto que pierde puntos al final de la cinta, llegando, incluso, a sobreactuar; pero bueno, personalmente, pienso que el film se "desinfla" hacia el final, teniendo una conclusión un tanto precipitada.


En cuanto al resto del reparto, cabe mencionar a Colin Clive, un actor de quien me esperaba mucho, pero que resultó ser, a mi parecer, en su rol de Stephen, poco convincente. Yvonne no tiene mucho carisma; de hecho, las actrices de la época en las películas de terror tampoco eran algo destacable; mucho menos el resto del reparto, con personajes dados a la sobreactuación, como la vieja borrachina de la cacatúa que ayuda a Gogol, o el periodista que se dedica a ir de un lado a otro, soltando chistes, independientemente de la situación, durante todo el metraje. Esto último era algo propio de las películas del género de aquel entonces. Muchas solían contar con algún personaje cómico, que soltara algún que otro chiste. A pesar de hacer sonreír a alguien de aquella época, hoy en día ese papel se nos antoja como algo que, claramente, sobra.

Hay una escena que, en mi opinión, es la más impactante de todas. Por supuesto, me refiero a aquella en la que Stephen se reencuentra con Rollo, quien luce un aspecto impresionante, convertido, según dice, gracias a la intervención de Gogol, en un ser medio hombre, medio máquina. Impresionante, repito. Muchas décadas después, esta estética fue "homenajeada" en distintos films. Que esa es otra, muchas películas de las últimas décadas toman conceptos de estos clásicos del cine de terror como si los directores se pensaran que nadie se va a dar cuenta de dónde han cogido la inspiración...


Una de las cosas que más me llamaron la atención es que, con el código Hays ya en vigor, no se censuraran algunas escenas. Hay escenas que en su día debieron de parecer bastante fuertes, como aquella en la que vemos como, en la obra de teatro, Yvonne finge, como actriz que es, ser torturada con unas pinzas ardientes. Por lo que tengo entendido, el guión original sí que estuvo sujeto a algunos cambios; como por ejemplo, en el momento en el que Gogol recibe a un nuevo paciente, que es una niña, también se entera de la llegada de uno de los Orlac a su consulta, por lo que, sin pensárselo dos veces, abandona a su suerte a la joven criatura. En el guión original estaba escrito que la pequeña muriese; pero, finalmente, esto fue cambiado, siendo salvada por uno de los ayudantes de Gogol, quienes, a diferencia de su jefe, mantienen el sentido común pase lo que pase, más si una vida humana pende de un hilo.

Otra característica por la que me gusta tanto "Las manos de Orlac" es por esa especie de mezcla de conceptos tan propios del cine de terror de principios y mediados de los años 30. Tenemos elementos góticos, expresionistas (con esas luces, esas sombras), la historia de amor no correspondido, el mad doctor que obra milagros cual Henry Frankenstein (uniendo partes de un cuerpo a otro), una ciudad ubicada en Europa como escenario, o la presencia de Colin Clive y Peter Lorre que ayudan, sin duda, a recordar otras producciones. Mucha gente afirma que las películas de terror más importantes de aquella década son las de la Universal. Totalmente falso, puesto que otras como "Freaks", "La máscara de Fu-Manchú", "King Kong" o la presente, no estaban auspiciadas por dicha compañía. Esto prueba una cosa bien clara, y es que los años 30 fueron una auténtica edad dorada para el género fantástico, dando lugar a una impresionante y variada sucesión de films que, a lo largo de las décadas, han marcado e influenciado a multitud de personas.

En fin, estamos, pues, ante una película más que notable, en donde gracias a una brillante dirección por parte de Karl Freund y a una actuación soberbia de un recién llegado a América Peter Lorre, contemplamos escenas dignas de ser recordadas. Una historia entretenida, rápida; un drama de tintes trágicos, en donde la locura y el amor se dan, desgraciadamente, la mano. Nunca mejor dicho.

Valoración personal: 9/10.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Otra adicción a la lista de películas que hay que ver.