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martes, 5 de junio de 2012

El poder de la sangre de Drácula




Valoración personal: 6/10.

Ficha técnica:

Título: El poder de la sangre de Drácula

Título original: Taste the Blood of Dracula

Año: 1970

Duración: 95 min.

País: Reino Unido

Director: Peter Sasdy

Guión: Anthony Hinds

Música: James Bernard

Fotografía: Arthur Grant

Reparto: Christopher Lee, Geoffrey Keen, Gwen Watford, Linda Hayden, Peter Sallis, Anthony Corlan, Ralph Bates, John Carson, Isla Blair, Roy Kinnear

Productora: Hammer Films

Género: Terror. / Vampiros.

¿De qué va?:

Lord Courtley (Ralph Bates) es un joven satánico que ha sido desheredado por su padre. Una noche, conoce en una casa de prostitutas de Londres a tres hombres que pertenecen a la alta sociedad victoriana, a quienes convence para que formen parte de un extraño ritual que tiene por objetivo revivir al conde Drácula (Christopher Lee). Horas después, los cuatro se dirigen a un local de antigüedades, en donde compran las cenizas del conde y demás objetos necesarios para su resurrección. Tras iniciar el ritual en una vieja iglesia abandonada, los tres acompañantes de Courtley entran en pánico y le agreden hasta matarle. Sin embargo, la ceremonia ya se había iniciado, por lo que Drácula vuelve a la vida y jura vengarse de aquellos que asesinaron a su joven seguidor.



Comentario:

"El poder de la sangre de Drácula" es la continuación directa de "Drácula vuelve de la tumba" (1968, Freddie Francis), y la historia empieza donde terminaba la anterior. Esta cuarta entrega del Drácula interpretado por Christopher Lee no sólo marcó el inicio de la decadencia de la saga, sino también el fin del reinado de la Hammer como la productora de cine de terror más importante.

Christopher Lee no quería repetir el papel de Drácula; pero la productora que financiaba el film, la Warner-Seven Arts, se negaba a continuar financiando la producción si los de la Hammer no contaban con la participación de dicho actor en dicho rol. Finalmente, los mandamases de la Hammer consiguieron, a duras penas, que Lee volviera a portar de nuevo la capa del conde transilvano. No sería la última vez.

El guión original tuvo que ser reescrito a última hora, justo en el momento en el que consiguieron meter a Christopher Lee en el reparto. El poco tiempo con el que contaron para reescribirlo perjudicó considerablemente el resultado final de la cinta, dando lugar a una historia que no está muy bien planteada.

De todas formas, la película empieza muy bien. Vemos la muerte de Drácula del film anterior y, también, y al igual que en otras muchas producciones de la casa del martillo, se incluye una crítica hacia los miembros de la alta sociedad victoriana y su hipocresía. Dicha crítica recae en tres hombres que aparentan ser personas normales y corrientes, ejemplos de conducta a seguir; pero, sin que nadie les vea, en el más absoluto de los secretos, realizan actividades indecentes, como frecuentar casas de prostitutas y consumir drogas.

La escena del ritual es la mejor de toda la película. Es muy bizarra y, por ende, fascinante. Aún a día de hoy, sigue impactando por su truculencia. En ella, vemos con todo detalle cómo Courtley llena cuatro copas con las cenizas de Drácula, se raja la palma de la mano con un cuchillo y, a continuación, mezcla su propia sangre con las cenizas vertidas en las copas, dando lugar a un cóctel de lo más extraño y desagradable. Un combinado que sólo él beberá (de ahí el título original de la cinta), momentos antes de morir asesinado a golpes por sus acompañantes. Su muerte no impedirá la resurrección de aquel a quien adora. Por medio de una breve secuencia hecha con la técnica del stop-motion, vemos como el cadáver de Courtley se transforma en un resucitado y esplendoroso Drácula.

En contra de todo lo que cabría esperar, es en el momento en el que aparece el conde transilvano cuando la calidad guionística del film comienza a decaer a pasos agigantados. La historia se vuelve aburrida e incoherente. Sólo hay que ver a Drácula, el mismísimo príncipe de las tinieblas en persona, quien, nada más volver a la vida, lo primero que hace es jurar venganza por la muerte de uno de sus seguidores. ¿No os parece eso algo desconcertante viniendo de él? Y es que, ¿qué son para Drácula los seres humanos, sino simples presas con las que satisfacerse y de las que alimentarse? Así mismo, el orden en el que el conde mata a sus tres objetivos no ayuda a aumentar el interés del espectador, ni tampoco el hecho de que no haya un protagonista definido hasta los diez últimos minutos de metraje.

La mayoría de los personajes tienen poco carisma y son muy planos, por lo que es prácticamente imposible empatizar con ellos, y eso, en una película de terror, es algo malo. Y es que, si no empatizamos con ellos ¿por qué nos íbamos a preocupar por lo que les pueda pasar?

De todo el elenco de personajes destacaría a Lord Courtley y William Hargood. Ambos son realmente odiosos. Por supuesto, tampoco me olvido de Drácula; pero ese es admirable.

Un joven Ralph Bates interpretó a Lord Courtley. Ese mismo año, Bates también interpretó a un jovial Frankenstein en "El horror de Frankenstein" (1970, Jimmy Sangster), por lo que se podría decir que la Hammer tenía sus esperanzas puestas en este actor de 29 años. Aquí asume el rol de un personaje tan aborrecible como carismático. Arrogante, prepotente, de carácter hiperactivo y autoritario, este alocado muchacho no tarda en convencer a los aburridos cuarentones para que se unan a él en un rito satánico, prometiéndoles que tras dicha ceremonia obtendrán un placer que dejaron de obtener por medio de otros vicios oscuros largo tiempo ha.

William Hargood es uno de los componentes del trío de ricachones que se unen al rito de Courtley, y fue interpretado por un Geoffrey Keen que con su lograda actuación consigue que odiemos de verdad a su personaje. Dicho de forma vulgar, William es un completo gilipollas. El muy desgraciado maltrata, reprime y amarga a su mujer y, sobre todo, a su hija, a quien le prohíbe relacionarse con otros chicos de su edad. Sin embargo, él hace lo que quiere y cuando quiere. Y lo que hace no son cosas precisamente buenas y ejemplares. Un ser despreciable y muy, pero que muy gilipollas, sin duda.

Mención aparte se merece el rey de los vampiros, interpretado por un Christopher Lee que ya comenzaba a dar muestras de estar cansado del personaje al que tantas veces dio vida; pero que, aun así, nos ofrece una actuación más que notable.

En cuanto a la parte técnica, Sasby hizo uso de unos planos y de unos ángulos de cámara bastante contemporáneos, los cuales se seguirían usando en el resto de producciones de la Hammer durante los años 70.

Los escenarios, a cargo de Scott MacGregor, aunque efectivos, no llegan al nivel de los que estaban a cargo de Bernard Robinson en anteriores entregas (a todo esto, Bernard Robinson murió ese mismo año). De todas formas, los interiores de la iglesia abandonada, llena de telarañas, así como los barrios marginales del Londres de principios del siglo XX, oscuros como las almas de los que se pasean por sus calles, están bastante logrados, por lo que la ambientación resulta ser efectiva.

La banda sonora de James Bernard es de lo mejor que he escuchado de este compositor, y me atrevería a decir que está al nivel de la banda sonora de "La novia del Diablo" (1968, Terence Fisher). Pinchando justo aquí escucharéis una de las partituras que se oyen a lo largo de la cinta. Concretamente, mi favorita.

En fin, está claro que esta entrega del Drácula hammeriano no es de las mejores de la saga. De hecho, cuenta con uno de los finales más inverosímiles y ridículos que he visto en un film de terror clásico. Aun así, los primeros treinta minutos de metraje son lo suficientemente interesantes, impactantes e inolvidables como para que la considere una buena película. Eso, y el hecho de que cuente con Christopher Lee como Drácula, aunque éste asuma el papel con cierta desgana y desidia. Un film tan sólo recomendado a aquellos que disfrutaron sobremanera con las tres primeras entregas.

Imágenes:

























1 comentario:

Waldemar Daninsky dijo...

A esta película la estropea el final. Sí, ya sé que la convención es que Drácula muera al terminar la película y todo eso, pero no hay que olvidar que aquí Drácula interviene para vengar a su sirviente, por tanto tenía derecho a seguir vivo, ¿no?