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viernes, 1 de junio de 2012

Las novias de Drácula




Valoración personal: 8/10.

Ficha técnica:

Título: Las novias de Drácula

Título original: The Brides of Dracula

Año: 1960

Duración: 85 min.

País: Reino Unido

Director: Terence Fisher

Guión: Jimmy Sangster, Peter Bryan, Edward Percy

Música: Malcolm Williamson

Fotografía: Jack Asher

Reparto: Peter Cushing, David Peel, Martita Hunt, Yvonne Monlaur, Miles Malleson, Mona Washbourne, Freda Jackson

Productora: Hammer Films

Género: Terror. / Vampiros.

¿De qué va?:

Marianne Danielle (Yvonne Monlaur) es una joven de París que se dirige a una escuela de señoritas de Transilvania para dar clases de francés. A mitad de camino, su cochero la abandona en una pequeña aldea. En la única posada del lugar no hay habitaciones disponibles para que pueda pasar la noche; pero la baronesa Meinster (Martita Hunt), que casualmente pasaba por allí, la invita a su castillo. Una vez allí, Marianne descubre que la baronesa mantiene a su hijo, el barón Meinster (David Peel), encerrado y encadenado en una habitación, ya que le considera, literalmente, un monstruo. La inocente joven se deja engañar por las nobles palabras del joven, y le libera. Marianne huye desesperada al darse cuenta de que ha liberado a un vampiro y, de camino al pueblo, se desmaya. Cuando recupera el conocimiento, está en brazos de un famoso cazavampiros que pasaba por allí: el doctor Van Helsing (Peter Cushing), quien se propondrá dar caza al vampiro que la joven ha soltado y, así, evitar que su prole maldita se extienda.



Comentario:

En 1958, la productora británica Hammer tuvo un gran éxito a nivel internacional gracias al estreno de "Drácula" (1958, Terence Fisher), así que, tan pronto se dieron cuenta del filón comercial del conde transilvano, se pusieron manos a la obra para realizar una secuela, la cual, al igual que la primera parte, estaría dirigida por Terence Fisher, el mejor director de la compañía.

Aunque el título de la cinta sea "Las novias de Drácula", lo cierto es que es un título de lo más engañoso. Christopher Lee se negó a repetir en el papel del príncipe de las tinieblas, ya que no quería quedarse encasillado. Por ende, Drácula no aparece en ningún momento de la historia. La única referencia hacia dicho personaje es al inicio, cuando una voz en off nos pone en situación, revelándonos que aunque el conde haya muerto, aún continúan con vida todos aquellos a los que éste transformó en criaturas de la noche. De ahí que el vampiro a batir sea un tal barón Meinster, y no Drácula.

La verdad es que la película debería haber llevado por título algo así como "Las súbditas de Meinster"; pero, claro, ese título como que no tiene el mismo filón comercial y atractivo que el de "Las novias de Drácula", cuya finalidad era atraer al espectador incauto a las salas de cine. En su día, muchos se llevaron una decepción al ver que el rey de los vampiros no hacía acto de presencia y, por ese único motivo, el film no recibió muy buenas críticas.

Más que una secuela, esta película podría considerarse una especie de spin-off de "Drácula" protagonizado por el héroe de aquella: el cazavampiros Van Helsing, quien fue interpretado de nuevo por un brillante Peter Cushing.

Su actuación como el mejor cazavampiros de la historia es, simplemente, y sin lugar a dudas, magnífica. En esta ocasión, Van Helsing se nos presenta algo más cínico, por lo que no es difícil relacionar a este personaje con el otro gran personaje que inmortalizó a Cushing: el barón Frankenstein de "La maldición de Frankenstein" (1957, Terence Fisher) y demás entregas de la saga.

Lamentablemente, la actuación de David Peel como el barón Meinster no está al nivel de la de Peter Cushing como Van Helsing. En mi opinión, este actor tiene una pinta de niño bueno que me impide verle como una auténtica amenaza a tener en cuenta, y eso, principalmente, es lo que hace que no tilde a la cinta de sobresaliente. Me hicieron especial gracia esos momentos en los que aparece delante de una joven a la que pretende morder. Pero, claro, me reía por no llorar. Y es que la forma en la que el actor se metía en el personaje, como intentando imitar la mirada y los gestos del señor Christopher Lee en el rol de Drácula, es ridícula e irrosoria. De todas formas, aunque como villano no resulte del todo convincente, podría decirse que el barón Meinster cumple su cometido como un personaje corrompido y, al mismo tiempo, como último representante de una familia de aristócratas venida a menos.

Como es común en las producciones de la Hammer de finales de los 50/principios de los 60, los decorados, a cargo de Bernard Robinson, son ricos en detalles. Además, la fotografía es preciosa y muy colorida. También se hace un uso muy oportuno de las sombras, las cuales se funden con el resto de los colores, de entre los cuales abundan los tonos rojos y morados, y ayudan a que se cree esa atmósfera tan espeluznante y propia de las producciones de terror gótico.

La cinta tiene momentos realmente inolvidables. En algunos de ellos, se hace un uso magistral del suspense. Sólo hay que ver la escena en la que Marianne busca la llave para liberar a Meinster, la cual es digna de compararse con algunas escenas de las producciones de Alfred Hithcock, el maestro del suspense.

De entre todas las escenas, destacaría aquella en la que, a ojos de un atónito Van Helsing, una vampiresa vieja se comunica telepáticamente con otra mucho más joven que ha sido enterrada en el interior de un ataúd, animándola a salir a la superficie. Por supuesto, la joven vampiresa, cual zombie, acaba saliendo lentamente del féretro, luciendo una puntiaguda y exagerada sonrisa que, a buen seguro, se quedará grabada en la retina del espectador.

Otra escena igual de memorable y, sobre todo, sorprendente es aquella en la que Van Helsing es mordido por el barón Meinster y, para no convertirse en un vampiro, se cura a sí mismo de una forma que sorprendería hasta al reparto de "Los mercenarios" (2010, Sylvester Stallone).

Es cierto que Cushing era un hombre de acción, al que le encantaban ese tipo de escenas. Ya lo demostró al final de "Drácula", entre otras producciones, y aquí, una vez más, nos hace partícipes de ello, en una escena en la que este genio de la interpretación aparentaba estar en muy buena forma con sus, por entonces, 47 años de edad.

El final de la cinta, aunque sea bastante original, resulta poco creíble. En un principio, se tenía pensado que la historia finalizara con una horda de vampiros furiosos atacando al barón (en cierta forma, hubiera sido gracioso); pero, por falta de presupuesto, dicha conclusión fue sustituida por otra. Y menos mal, porque el único vampiro volador que aparece es demasiado cutre incluso para los estándares de la época... En su lugar, tenemos un desenlace en el que la iconografía religiosa se presenta como única solución posible al problema de los vampiros.

La forma en que termina el film es 100% hammeriana. Se desata un incendio, y ahí lo tienen, el rótulo de "THE END" en pantalla. Y es que, ¿para qué hace falta que la historia continúe unos cuantos minutos más, como pasaba en "El retorno del rey" (2003, Peter Jackson), si ya hemos visto lo mejor?

"Las novias de Drácula" es todo un clásico de la Hammer. Una producción de la casa del martillo fiel al espíritu de la misma y que no decepcionará a nadie que haya disfrutado con las producciones de dicha compañía de finales de los 50. Como se suele decir, ya no se hacen películas así... Películas en las que se desata un incendio o se produce una explosión y, de repente, aparecen los créditos de cierre.

Imágenes:


























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